🪴 ¡Hola, queridx! Qué gusto saludarte otra vez. Quisiera decirte que de ninguna manera doy por sentada tu atención, espero que lo sepas. Gracias por abrir estas cartas. Si de pronto te nace compartir esta carta con alguien, lo puedes hacer a través de este botón. Gracias, en serio. 🍃
No sé si recuerdes que hace un par de meses te escribí una carta titulada “El milagro de la normalidad”, y bueno… regreso hoy a este tema porque siento que últimamente todo me recuerda la tremenda fortuna que es estar (relativamente) bien. Debo advertirte que la carta de hoy es un poco más larguita y toca temas sensibles, ojalá me acompañes hasta el final.
(Como siempre, te recomiendo la canción que me acompaña mientras escribo estas líneas. Dale play!)
Hace unos días una amiga me platicaba sobre la trágica muerte de su mejor amiga el año pasado durante una cirugía de columna. Entró al quirófano, la anestesiaron, la operaron, todo se complicó y… no volvió a abrir los ojos. Lo último que vió en su vida fueron las luces del quirófano mientras la anestesia hacía lo suyo.
Imposible comprender el dolor de les amigues, de la mamá, del novio que estaban esperando verla en un cuarto de hospital recuperándose, y no en un féretro horas después de verla irse en una camilla por un pasillo del hospital.
Por otro lado, leí hace unas noches un cuento de Hernán Casciari que se llama “A veces es Finlandia”, en el que narra un día en el que creyó haber atropellado a su sobrina de tres años cuando arrancaba su auto de reversa.
Tenía casi 25 años, vivía en una casa preciosa, trabajaba en una revista donde me pagaban bien, tenía una vida social intensa, era feliz, y entonces mato (sin querer) a mi sobrina de tres años y se apagan todas las luces de todas las habitaciones de todas las casas en las que podría haber sido feliz en el futuro. Lo pienso de ese modo, desapasionadamente, porque ya no tengo ni cuerpo con el que temblar.
Afortunadamente no era su sobrina lo que golpeó con su auto sino un tronco. Pero pasaron 10 segundos en los que entendió de súbito que su vida se reducía a dos opciones: matarse o escapar por no tener la valentía de matarse; escapar a algún lugar donde nadie lo conociera, donde nadie lo encontrara, escapar a Finlandia.
Los últimos 3 párrafos del relato los he releído una y otra vez, y quiero compartírtelos:
Yo creo que es la fragilidad de la paz lo que nos da escalofríos. Lo frágil que es la paz. Ahora, esta noche, nosotros estamos en paz. Nosotros acá, en el estudio, estamos en paz. Ustedes, en casa, están leyendo un cuento en paz. Pero es todo tan frágil.
Es la velocidad infernal de la desgracia que acecha como un águila en la noche la que sigue ahí escondida, vigilando, para robarnos todo. Es la velocidad infernal de la desgracia que nos deja agarraditos a un volante, pensando que la única opción es morirnos solos en Finlandia, con los ojos secos de no llorar.
Por suerte, por suerte, casi siempre es un tronco, y entonces vivimos en paz. Pero todos sabemos (por abajo de la risa y del amor, y del sexo, y de las noches con amigos, y de los libros, y de los discos), todos sabemos que no siempre es un tronco. A veces es Finlandia.
Qué tremenda frase: la velocidad infernal de la desgracia. Lo cual me lleva, por supuesto, a la desgracia más reciente que tengo en mente: el terremoto en Turquía y Siria. El nivel de desolación de esta catástrofe en ciudades de por sí ya muy vulnerables es inimaginable. No es posible ver los videos de edificios colapsando que están circulando en redes sin sentir una profunda tristeza.
cómo apoyar
Si te nace hacerlo, creo que la mejor opción sería tal vez donar en especie, llevar víveres a algún centro de acopio que lleve dichos productos a Turquía o Siria. Otra opción es hacer una donación monetaria. Te dejo aquí dos páginas que han agrupado las organizaciones más recomendables a las cuales donar para apoyar los esfuerzos de rescate y reconstrucción en Turquía y Siria.
Yo hice una donación a The White Helmets, pero hay muchas opciones para ayudar.
Un día estás viviendo tu vida, tratando de avanzar tus planes del día, y al siguiente la tierra se mueve y derrumba tu casa, destruye tu ciudad y mata a más de quince mil personas. No eres el mismo a partir de ese momento, estás parado en un mundo distinto del que conocías hace unas horas. Todas tus opciones de vida son ahora… otras.
Escribo esto con total consciencia de estar parado en tierra sísmica, tal vez por eso estoy tan conmovido con este tema. La foto de arriba la publiqué hace unos años desde un piso 42 al día siguiente de un temblor de esos de madrugada en la CDMX. Escribí esto en esa ocasión:
Los que vivimos en la CDMX somos una especie rara de humano. Por necesidad o voluntad preferimos ignorar la mayor parte del tiempo que vivimos sobre el equivalente a una bomba de tiempo: una ciudad en crecimiento acelerado, densamente poblada, construida sobre un lago, cerca de un volcán activo y de placas tectónicas en continuo y agresivo movimiento. Somos esas personas que la noche anterior evacúan sus casas en la madrugada por alerta de sismo, y al día siguiente se van a trabajar al piso 42 de un edificio de oficinas. Eso es fe y amor por esta ciudad. Y también una irremediable locura. (19 de febrero de 2018)
Y es que lo olvidamos demasiado seguido, ¿no crees? Que la raya entre la calma y el caos es delgadita. El caos acecha en todo momento, y a veces un mal paso, una torpeza, una negligencia médica, un cambio político, un descontento social o una catástrofe natural y de pronto estamos parados en un mundo distinto al de ayer. Como dice Casciari, de pronto “se apagan todas las luces de todas las habitaciones de todas las casas en las que podríamos haber sido felices.”
Siento necesario recordarme que nada de esto sugiere que debamos vivir nuestras vidas con un miedo permanente, con el temor a que todo pueda terminarse en cualquier momento. Al contrario, justamente por esa razón deberíamos estar más interesados en vivir, en crear, en hacer las cosas que (por cualquier motivo) hemos postergado. Esta idea va tomada de la mano del irremediable imperativo de la gratitud. Y digo irremediable porque quien está prestando atención a esta realidad de su vida, siente la gran fortuna que es estar del otro lado del caos absoluto hoy también. 🪴
Es momento de cerrar esta carta con una cita de Sam Harris a la que recurro a menudo:
There are at least a billion people on earth at this moment who would consider their prayers answered if they could trade places with you.
There are at least a billion people who are suffering debilitating pain, or political oppression, or the acute stages of bereavement.
La recurrente paradoja de olvidar que (milagrosamente) hemos escapado al caos un día más, mientras damos por sentada nuestra suerte, que cuelga de un hilito nada más. 🍃
¡recomendaciones!
Descubrí hace poco la cuenta de IG de este individuo, y no sabes qué envidia le tengo. Míralo cómo disfruta. Quiero ser él todas las tardes.
Esta película con Collin Farrell y Brendan Gleeson llamada The Banshees of Inisherin. Me gustaron mucho los temas que se tocan en esta película: la amistad, la familia, la trascendencia. La música y la fotografía son espectaculares también.
¡Gracias por leer Sunday Service hoy! 🍃
Esta carta se escribe con mucho cariño desde la Ciudad de México. Si te nace suscribirte o compartir esta carta con alguien/ en tus redes sociales, para que crezca esta bella comunidad de lectorxs, puedes hacerlo con el siguiente botón mágico:
¡Nos leemos el próximo domingo! Que tengas una semana libre de caos y con atención consciente. ¿Por qué no le echas una llamada a alguien que extrañas esta semana? Si lo haces, cuéntame.
Abrazo fuerte,
Carlos.