Me interesa mucho el instante en el que descubrimos algo sobre nosotros, o sobre la vida en general. Esos llamados momentos eureka en los que mágicamente dos o tres neuronas se tocan y crean un nuevo entendimiento del mundo.
Normalmente se asocia al momento eureka con el instante en el que se nos presenta la solución a un problema con el que hemos estado batallando por mucho tiempo, una cuestión irresoluble hasta entonces. No voy a negar, por supuesto, que esos momentos son increíbles cuando nos ocurren.
Sin embargo, quisiera dirigir tu atención a algo mucho más sutil, el descubrimiento de algo que no necesariamente estábamos buscando, algo mucho más epifánico: la revelación de un insight sobre nuestro universo que sólo se nos presenta porque otra cosa no sucedió.
El otro día salí a correr en dirección al parque en donde me gusta correr y en donde entrené para el maratón. Muy a menudo durante ese tramo de mi casa al parque sigo cuestionando mi decisión de salir: para qué salí a esta hora, hace frío, casi que está apunto de llover, tengo las piernas algo tensas, tengo muchos pendientes que me esperan en casa, etcétera.
Estaba inmerso en esos cuestionamientos cuando de la nada veo de reojo a mi derecha a un auto salir de una cochera a una velocidad imprudente, casi agresiva.
¿Sabes de esos momentos en la vida en los que cosas que ocurren en milésimas de segundo parecen ocurrir en cámara lenta?
Éste
fue
un
momento
así.
Dí un salto del susto, una zancada larga para quitarme del paso y seguí corriendo con la adrenalina corriendo por todo mi cuerpo. En ese momento me dí cuenta de que si ese auto me hubiera impactado, no sólo no estaría corriendo en dirección al parque ahora, sino que tal vez no estaría corriendo más por mucho tiempo, tal vez nunca otra vez.
Vale la pena no dejar pasar esos instantes en los que sabemos que una desgracia nos pasó muy cerca, nos rozó la piel y seguimos adelante casi como si nada. Pero lo cierto es que no es como si nada hubiera pasado, algo adentro se movió: la comprensión de estar en un universo en el que no lo perdimos todo.
Me recuerda esto algo que escribí hace tiempo sobre un cuento de Hernán Casciari que se titula “A veces es Finlandia”. Te lo dejo aquí por si quieres echarle también una leída:
Algo interesante es que estoy seguro que hemos sobrevivido a más casi-desgracias de las que sabemos. No tenemos ni idea de cuántas veces casi pasa algo que hubiera descarrilado nuestra vida en direcciones insospechadas o más bien desdichadas.
Es posible que los que vivimos en ciudades caóticas como la Ciudad de México experimentemos esto más seguido: por un lado la percepción de que todo el tiempo están pasando cosas a nuestro alrededor que podrían salir muy mal, pero también una insensibilización tal que no nos permite apreciar el milagro que es terminar el día enteros, cenando en casa con los nuestros, alistando el siguiente día en paz.
Los estoicos tienen una enseñanza conocida como premeditatio malorum, la cual consiste en hacer el ejercicio intencional de imaginar que las cosas que más queremos en nuestra vida de pronto las perdemos. El cual es un ejercicio psicológicamente difícil, incluso abrumador.
Sin embargo, tiene un doble propósito. Primero, prepararte de alguna manera a la idea de que es posible (a veces inevitable) que perdamos las cosas y personas que más amamos. Por otro lado, y lo que más me convoca: nos permite re-apreciar lo que sí tenemos y lo que tantos días hemos dado por sentado.
Aquel día del susto con ese auto, estaba dando totalmente por sentado la capacidad y posibilidad de salir a correr a mi parque favorito, es más estaba contrariado con respecto a si valía la pena haber salido a correr ese día. La corrida esa mañana la disfruté con un brillo muy distinto, con el entendimiento de poseer lo casi-perdido.
Gracias por recibir Sunday Service un domingo más. Te abrazo desde la no-catástrofe que me permitió no fallar esta vez a nuestra cita dominical.
¡Nos leemos el próximo domingo!
Carlos 🍃
Esta entrega la escribí escuchando esta joya de álbum del maestro Brian Eno. Te la dejo aquí por si buscas música para concentrarte:
Buenísima la música. Corta, pero buena.
Tremendo. Es así. No sabemos, no tenemos idea de cuántas veces nos salvamos por milímetros de que algo grave nos pasara.