i.
Hasta hace una semana estaba convencido de que este año cumplía 39. ¿Es verdad que cumplo treinta y nueve ya tan pronto?, me pregunté en el silencio de mi oficina. Hice las cuentas bien, y no, no cumplo 39. Cumplo 38.
Este ligero despiste que me duró 7 meses ha sido el regalo más bonito que me he hecho sin querer recientemente. 365 días de mi vida que ya había dado por pasados se encuentran ahora frente a mí. Nada más valioso que regresarse un año de vida. Pienso utilizarlo bien.
ii.
Confieso que la cercanía a los 40, ese genuino punto intermedio de la vida humana promedio, me ha paralizado en más de una ocasión este año. Creo que la llamada crisis de la mediana edad más que una crisis es una perplejidad, en la que sin previo aviso se deja venir una avalancha de preguntas:
¿En qué momento llegué aquí tan pronto? ¿Qué he hecho de mi vida en estos años? ¿He usado bien mi tiempo? ¿Me he preocupado demasiado por la opinión de los demás? ¿Estoy en donde y con quienes quiero estar? ¿Qué lecciones importantes he aprendido en estos años? ¿He hecho más bien que daño? ¿He cuidado mis vínculos importantes? ¿He permitido que el miedo me detenga más de la cuenta? ¿He soltado lo que me estorba y abrazado lo que me edifica? ¿He construido algo de lo que me sienta orgulloso?
iii.
Originalmente esta carta iba a ser una lista de 38 cosas que he aprendido en mis 38 años de edad. Llegué a 14 y tuve que abandonar ese proyecto. Me dí cuenta de que no tengo 38 lecciones de vida qué comunicar, pero sí identifiqué claramente estas cuatro:
El mayor regalo que nos dan los años (si se los permitimos) es el de desarrollar perspectiva. No hay mejor sensación que la de saber que hay ciertas cosas que no importan tanto como creíamos. Y me queda claro que la agudeza con la que percibimos lo poco que valen ciertas cosas que antes nos estresaban se va afinando más conforme vamos avanzando también en años.
En las diversas áreas de nuestra vida no hay nada que tenga una respuesta clara y final. La incertidumbre es la condición humana. Hacemos bien en contemplar nuestra profesión, relaciones, salud, proyectos creativos, paternidades como un estado de pregunta constante. Cada una de estas áreas son lugares para hacernos mejores preguntas que nos permitan expandir el entendimiento de nosotros mismos y del lugar que ocupamos en el mundo.
Ahora bien, aceptar la incertidumbre no significa estar a la deriva. Encuentro indispensable contar con brújulas en la vida que nos marquen una dirección general, que permitan también flexibilidad de movimiento y pivote. Cuando los vientos de la vida se pongan intensos será esa persona brújula, ese proyecto brújula, ese objetivo brújula, esa filosofía brújula la que nos mantendrá a flote. Escribí un poco al respecto aquí.
Cuidarse a uno mismo es un inmenso acto de amor a quienes tenemos cerca. El trabajo y el cuidado personal es a final de cuentas trabajar y cuidar al colectivo del cual somos parte. Con los años hacemos bien en procurar, cuidar y honrar nuestras comunidades, sin las cuales la vida pierde casi todo sentido.
iv.
Sé que parece que la crisis de los 40 me pegó dos años antes. Ya te contaré qué pasa cuando realmente lleguen los 40. Por ahora, me siento muy agradecido de haber llegado hasta aquí con la claridad de haber aprendido ya algunas lecciones valiosas en este viaje y con la alegría de tener una brujulita que se pone a cantar por las tardes, sobretodo a la hora de la cena.
Gracias por recibir esta carta un domingo más.
Un abrazo (casi) cuarentón.
Carlos 🍃
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Lindo, ensayo, lindas lecciones. Desde los (casi) 41, concuerdo con esos 4 puntos 😊
Yo hice de nuevo las cuentas y sí estaba en lo correcto: tengo 39 y en seis meses tendré 40 jajaja Gracias por compartir tus aprendizajes vitales y en qué andas pensando en este momento (PD. ¡Hermoso audio!)