Hace unas semanas terminé de cursar un taller para aprender a crear atmósferas sonoras. Ha sido el espacio de aprendizaje más fascinante en el que he estado últimamente. Todos los conceptos clave eran nuevos para mí y no reconocía ninguna de las referencias que la profesora o mis compañeros comentaban. Me sentí un completo novato en este espacio. Me encantó.
Ésta es una de las atmósferas que cree durante el taller:
Una de las cosas que más me sorprendió comprender durante estas sesiones fue la entrega total de los que ahí estábamos a las sensaciones y emociones que las piezas que íbamos creando nos hacían sentir.
La pregunta de “para qué es esto”, o “qué significa aquello” nunca surgió. La cuestión del significado era un no-tema en este espacio de aprendizaje y experimentación. Algo bastante novedoso, refrescante y un poco intimidante para ser honestos.
La verdad es que en general me cuesta trabajo entrar a ese universo en el que el significado no es parte de la conversación. Gravito naturalmente a la interrogante del sentido o del propósito de las cosas. Somos criaturas en constante búsqueda de patrones para integrarlos a nuestro entendimiento del mundo. Buscamos sentido muchas veces en dónde no necesariamente lo hay, y lo encontramos.
Es decir, no sólo somos buenos en buscar significados, sino que también somos extremadamente buenos en encontrar sentido en donde sólo hay una nota, o un color, una rima, o una atmósfera, o un rayo de luz que cae en el ángulo correcto.
¿Qué significa un amanecer?
¿Qué sentido tiene un re menor?
¿Qué significa ese reflejo en el lienzo?
¿Qué hay detrás de una nota sostenida en el tiempo?
Por supuesto, no estoy diciendo que la búsqueda de un significado no deba ser parte común (incluso preponderante) de nuestras experiencias y contactos con el mundo. Muchas comprensiones y conexiones increíbles sólo se desprenden de la búsqueda consciente del sentido.
Sin embargo, estoy (re)aprendiendo que la suspensión del juicio en algunas experiencias tiene un lugar importante en la experiencia humana.
He disfrutado mucho del ejercicio de sentarme en un espacio intencionalmente diseñado para recibir y permitir que las sensaciones se muestren sin juicios, particularmente en dos áreas: el arte sonoro y correr.
Platicaba con una amiga hace poco sobre cómo correr es una actividad bastante extraña: a nadie le beneficia, no crea valor, a nadie le importa si lo haces o no, y sin embargo algunas personas le hemos dedicado cientos de horas de vida. Se antoja bastante irracional dedicarle tanto tiempo y energía a mover las piernas y recorrer calles, ciudades, a veces cerros, a veces campos. ¿Para qué? ¿Qué significa? ¿Qué sentido tiene?
Como decía, si le buscamos encontraremos significados personales y hasta colectivos en la actividad de correr, tal como le encontramos sentidos a una obra de arte o una pieza musical. Pero hoy quisiera insistir un poco en que hay también algo muy especial y profundo en permitir que correr sea sólo correr y escuchar sea sólo escuchar. Dejar que la sensación nos guíe en la experiencia y nada más.
Al final de cuentas, nos demos cuenta o no, creo que por eso corremos los que corremos, por lo mismo que regresamos a una pieza musical que nos conmueve sin razón aparente, por la misma razón que fijamos la mirada en un atardecer asombroso: porque nos hace sentir vivos, nos recuerda que estamos aquí todavía. Y eso importa enormemente.
Gracias por recibir esta carta un domingo más. Espero que te permitas esta semana sentir más desde lo que te conmueve y menos desde la búsqueda del sentido. Yo intentaré hacer lo mismo.
Te mando un abrazo sin tanto significado,
Carlos 🍃
¡Viva el sin sentido! Yo soy una cazadora de significados y puedo decir que es sumamente agotador. Tu nius se conecta con algo que vengo pensando desde hace rato: Los humanos tenemos que sentir más y significar menos.
Fantantástici el sonido. Tanto que lo puse y mi gata brincò, buscando pajaritos