Comunicado breve:
Quiero darle una cordial bienvenida a los suscriptores que han llegado en días recientes 💙. Gracias por abrirme un espacio en sus correos, no lo doy por sentado. Espero que este correo dominical les permita darse una pausa y se sienta como una carta que les envía un amigo lejano pero querido.
Algunos de ustedes me han enviado correos respondiendo a alguna de mis cartas. Sepan que nada me hace más feliz que saber que una de estas cartas ha conectado con ustedes de manera personal. Gracias por recibirme y por estar aquí. 🍃
En mi carta anterior le contaba a Sofía (mi hija) que entré a un taller de composición (songwriting). Es un espacio creativo al cual entré con cautela pero con emoción igual. Las expectativas en cuanto a lo que logre hacer en el taller son muy bajas. No estoy esperando que nada increíble salga de ahí, pero es un espacio que sentía que necesitaba para explorar, divertirme y jugar.
Si uno no entra intencionalmente a esos espacios y se da permiso de ser principiante, las cosas que en realidad están muy cerca de uno parecen inalcanzables. Se nos olvida a menudo que esos autores o músicos o fotógrafos que admiramos también fueron novatos, también publicaron trabajo torpe o insípido o trivial. Pero tuvieron el acierto de seguir explorando y permitiéndose tiempo y espacio para encontrar su esencia en ese nuevo vehículo de expresión.
En un mundo que nos ha acostumbrado a desear la inmediatez, hacemos bien en voltear al mundo natural y observar que una semilla no crece apurándola, gritándole o juzgándola. Hay que darle tiempo, cariño y espacio. Esa semilla somos nosotros.
Algo que me fascina del quehacer creativo es la capacidad de traer a existencia algo que hace un momento no existía. Poder sostener algo que uno creó, verlo fuera de nosotros existiendo en el mundo es una experiencia bellísima e intimidante. La tarea del artista es intentar que cada nueva creación exprese mejor lo que observa o siente.
Una lección reciente que aprendí es que para lograr eso hay que alimentar partes adyacentes de nosotrxs para regresar al objeto de creación con nuevos ojos. En el contexto del taller de composición, a veces para hacer canción hay que hacer lo que no es canción: correr, meditar, escribir, bailar, yoga, leer, hacer el amor, llamar a un amigo, ir al cine. Y luego, regresar a la canción. Siempre regresar.
Lo mismo aplica para cualquier actividad creativa, la cual no puede ser ni más ni menos que el reflejo de nuestras propias vivencias y perspectivas. La canción (o cualquier otra obra creativa) es el fruto del árbol que somos.
Pensarnos como un árbol o tal vez mejor aún, como una semilla, invita a reflexionar en lo que hacemos o permitimos para ésta crezca y dé fruto. Cuando plantamos una semilla que no parece crecer no pensamos “ay pero qué semilla más floja” o “qué semilla más incompetente”. Lo más sensato es pensar que esa semilla no está recibiendo suficiente de lo que necesita para crecer: agua, tierra, sol y tiempo.
Escribo hoy esto para recordarnos que a nuestra creatividad, en tanto que semilla que vive dentro nuestro, no tenemos por qué andarla apresurando o reclamándole. Al contrario, deberíamos procurarla, darle el agua y el ambiente que necesita, darle tiempo, y como cualquier semilla no podrá hacer más que lo suyo: brotar y crear vida.
Gracias por recibirme una vez más en tu correo.
Nos leemos el próximo domingo. 🍃
Abrazo semilla,
Carlos
Que linda reflexión sobre la creatividad, sobre darle tiempo, espacio y mucho amor a lo que creamos;. En relación a la metáfora de la semilla, también pienso en una caverna que tuve la oportunidad de visitar la semana pasada, en La Falda (Córdoba, Argentina). Nos contaba la guía que esa caverna, que las formas hermosas de sus minerales y las bóvedas que nos protegían tardaron miles de años en formarse gracias a la presión del agua sobre ellas, y cuando estás ahí entendés que tiempo, espacio son fundamentales para que exista tanta belleza.
Gracias por el abrazo de domingo. Resuena c a d a p a l a b r a