Before enlightenment; chop wood, carry water.
After enlightenment; chop wood, carry water.
— Zen Kōan
(Ilustración de @martina_illustrates)
Me parece increíble notar que hace 5 semanas que no nos vemos por acá. Ya lo he dicho antes, pero desde que soy padre me encuentro constantemente sorprendido por la velocidad con la que parece avanzar el tiempo. La cantidad de cosas que pueden pasar en 5 semanas en la vida de una familia con bebé es casi imposible de relatar.
El carrete de fotos del celular es mi mejor (aunque incompleto) relato de lo ocurrido en el transcurrir de los días, semanas y meses.
Es ahí donde me doy cuenta de todo lo que había olvidado que sucedió.
Me alegra mucho regresar a este espacio dominical y encontrarte ahí donde estás, tal vez tomando un cafecito, para platicarte algo que pensé en estos días tan movidos.
Todos los que tratamos de mantener vivos nuestros intereses creativos nos enfrentamos a una presión autoimpuesta muy natural: la de algún día crear algo maravilloso, que comunique plenamente nuestros sentimientos, algo que cambie el mundo, o al menos la vida a alguien.
Sin embargo, esta expectativa es bastante injusta y suele resultar en una parálisis creativa. Los motores se detienen y la maquinaria no anda más por la simple realidad de que prácticamente nada de lo que hagamos llegará a ese nivel al que aspiramos. Suena fuerte, pero nos hacemos un favor enorme al aceptar este hecho más pronto que tarde.
Esas ansias de grandeza, de crear una obra maestra, son un buen horizonte hacia el cual apuntar nuestra brújula. Pero con el entendimiento claro de que, como cualquier buen horizonte, siempre se aleja más conforme avanzamos por el camino. Y eso está bien.
(Imagen de @canvas_off)
No hace falta que escribamos el mejor ensayo del mundo, ni la canción perfecta, ni el poema más profundo, o la versión más increíble de nuestro proyecto creativo del momento.
Lo que sí hace falta a menudo es que nos recordemos cómo comenzó todo, y muy seguramente en ese proceso encontraremos que todo empezó en la curiosidad, empezó en el disfrute, empezó en el juego. Y es ahí a donde creo que vale la pena regresar más en la vida: al juego de ser y al juego de hacer.
Es ahí a donde quiero regresar con Sunday Service y mis otros intereses creativos. Hacer las cosas porque me hace bien crearlas y compartirlas. Crear por el mero acto de traer a la existencia. Porque estamos vivos y podemos. Todo lo demás… es extra.
En otros temas…
En alguna carta anterior te conté que me inscribí al maratón de mi ciudad. He estado siguiendo el entrenamiento guiado de una app que me recomendaron y la verdad es que estoy disfrutando y aprendiendo mucho del proceso. Ha sido un verdadero desafío organizar las salidas a correr entre todas las actividades de estas últimas semanas. Pero de ahí también se aprende.
Sigo intimidado ante la perspectiva de que mis piernas me lleven 42 kms dentro de unos meses. También me he dado cuenta de que correr es la metáfora perfecta para un montón de cosas en la vida. Tal vez por eso tantas personas cada año se apuntan al maratón: porque correr nos mueve más que las piernas.
Seguramente hablaré más de esto en cartas futuras, especialmente cuando se acerque la fecha de pararse en esa línea de salida lleno de nervio e ilusión. Ojalá me acompañes ese día, desde donde estés.
Gracias por permitirme acompañarte un domingo más. 🪴
Te abrazo entre zancadas,
Carlos 🍃
Si alguien te envió esta carta, te invito a suscribirte con este botón 👇🏼
Si ya estás suscrito, te invito a compartir esta carta a alguien con este botón 👇🏼
Bienvenido de regreso!
Con lo que dices acerca de la tensión de hacer la obra maestra, recuerdo lo que alguna vez me dijo Lina Meruane: recuerden que no están haciendo un solo libro, sino una obra... es decir, todo es parte del proceso, no de un solo 'producto' y el proceso lleva tiempo.