Hola, hola queridx. Qué alegría saludarte otro domingo. Hoy te quiero compartir algo que he pensado sobre nadar.
Uno de mis primeros recuerdos es de cuando tenía 4 años y casi me ahogo. Tenía puesto uno de esos salvavidas inflables en forma de dona, el cual tenía que sostener con las manos para que no se me cayera a los pies. Todo emocionado me acerqué a la orilla y salté a la alberca de un hotel vacacional. No supe cómo mantener el salvavidas en su lugar y levanté los brazos, lo cual me hizo atravesar mi dona salvavidas y me mandó al fondo de la alberca.
La historia evidentemente no tuvo un final trágico gracias a que mi madre saltó a la alberca de inmediato y me rescató (¡gracias, mamá!) A partir de ese incidente se volvió obvia la necesidad de aprender a nadar.
Nadar es una de las habilidades más hermosas y fascinantes que podemos aprender como humanos. Estoy convencido de que es una actividad que además de todos los beneficios físicos que provee, despierta nuestros sentidos más primigenios.
Nadar genera simultáneamente la sensación de encontrarse en un medio que (como animales terrestres) no nos pertece del todo, pero también me gusta creer que activa algunas memorias primitivas registradas en nuestro código genético: una memoria originaria reciente: la de la matriz de nuestra madre, y una memoria originaria profunda: la de cuando nuestros ancestros eran todavía peces. Todos venimos de agua.
Otra cosa fascinante de nadar son los movimientos que convoca. Apenas entramos al agua comprendemos que las reglas han cambiado. La verticalidad pierde valor, y el bipedismo se revela como una forma deficiente para avanzar. Nos vemos en la necesidad de imitar a nuestros ancestros marinos. Nuestros brazos sueñan con ser aletas en ese momento, pero a lo más que pueden aspirar es a ser remos.
El silencio bajo el agua es otra parte clave de la experiencia, como lo son también los ruidos distorsionados de lo que ocurre en el exterior. El oído es un sentido hermoso cuando estamos nadando, nos ubica en este otro mundo en el que la horizontalidad nos gobierna temporalmente.
Como ves, queridx, he estado pensando mucho en lo que significa nadar para mí. Pero quizás lo más significativo es que nadar me hace sentir una conexión con mi hija que está por nacer. Quizá por eso he estado regresando tan seguido a la alberca estos meses. Cuando estoy nadando siento que durante ese momento mi hija y yo estamos en un mundo común, un mundo de sonidos extraños, reflejos de luz, brazadas y patadas, un mundo de agua.
Llegar al extremo del carril de la alberca significa girarse, llevar las rodillas al pecho para después empujarse de la pared con los pies y desdoblarse para avanzar y luego: dar un respiro profundo. Nadar es un teatro del nacimiento.
Te abrazo fuerte,
Carlos 🍃
Inspiración adicional 🪴
Estoy agarrando la costumbre de hacer un playlist por mes de las canciones que me atrapan durante esas 4 semanas del año. El playlist de enero fue éste: Jan vibes. Y ahora te dejo por acá el que hice de febrero, ojalá lo disfrutes.
Este episodio de This Might be Helpful me fascinó. Ya está en mi queue para escucharlo por segunda vez.
No sé ustedes, pero yo quisiera que John Stewart nunca se muera, y nunca nos quedemos sin escuchar su sabiduría, sensibilidad y humor.
¡Gracias por acompañarme hasta acá! Si te gustó esta edición o cualquier de las otras, te recuerdo que a través del siguiente botón azúl mágico es posible compartir Sunday Service con tu familia, amigues, y extraños buena onda. ¡Nos leemos el próximo domingo! 🍃